viernes, 20 de noviembre de 2009

Una habitación con vistas


















El mejor lugar para soñar es el alféizar de una ventana. Quiero creer que todavía hay personas que se apoyan en ellos para mantener vivos sus sueños, que suspiran por éstos asomados a algún balcón. Que pierden la mirada en el horizonte distante y, sin embargo, ven sus deseos más cerca que nunca. Una ventana es la puerta abierta a nuestros proyectos, el camino más despejado hacia nuestros anhelos. Es el hueco por el que entra la luz y se desvanece la oscuridad.
Por las ventanas podemos fugarnos a un lugar mejor pero también podemos mirar hacia el cálido interior que nos cobija y sentirnos protegidos y afortunados por estar en este lado. En algún lugar hay gente saltando por una ventana, fisgando por algún portillo furtivo o simplemente, abriendo un postigo y dejando que se cuele el aire fresco… Y en algún alféizar se habrá posado ahora mismo algún tordo silencioso o los brazos de algún pobre soñador, mientras los dos otean a la vez las hojas cobrizas de algún árbol perdido en la distancia.




FRASIER: Oh Niles, ¿te acuerdas? Por las noches nos escapábamos por aquí…
MARTIN: ¿en serio? Eso no lo sabía
FRASIER: Claro, papá, nos íbamos a buscar chicas y a tomarnos unas copas.
[…]
NILES: Frasier, ven un momento. No buscábamos chicas, íbamos a ver cine extranjero.
FRASIER: ¿Crees que papá quiere oír eso? ¡Ten un poco de piedad!

jueves, 5 de noviembre de 2009

Sobre ruedas anda el juego


Lo de las bicis en Madrid es como la multiplicación de los panes y los peces. Hace un año éramos cuatro monos los que pedaleábamos por la ciudad, pero ahora te salen ciclistas por todas las esquinas, detrás de cada arbusto, entre los coches, por las aceras, por la calzada... El Madrid Bike Tour 2009 que se celebrará este domingo lo ha dejado bien claro: en dos horas se agotaron las 8000 plazas para participar. Los afortunados correrán bajo el lema ‘Disfruta y muévete sólo con tu energía’. Lo bueno, que ya no somos un puñado de colgados, ahora lo de ‘bicicletear’ se ve como una práctica sana y sostenible. El problema es que las calles de la capital son como un campo de minas, solo que en vez de explotar te puedes caer en una zanja. Eso si no te atropellan los que van haciendo rally, porque conductores de esos llamados prudentes hay pocos en Madrid. Aquí todos son licenciados en ‘a ver quién arranca el primero’, o ‘a ver quién pita más fuerte’. Eso sí, a destreza no les gana nadie. Yo admiro a los conductores madrileños, quiero ser como ellos. Cuando voy en bici, sin embargo, me dan pavor. Por eso opto por invadir las aceras, con cuidado de no arrollar a los viandantes.

Pero es como siempre, si eres peatón odias a los conductores; si eres conductor, te apetece atropellar a algún que otro idiota que se perdió Barrio Sésamo el día de los semáforos. Y si eres ciclista odias a todo el mundo. Por eso hay tantos gilipollas sobre dos ruedas, que se creen los favoritos de la DGT… lo peor es que ciertamente son los predilectos de Pere Navarro. Sin embargo, me parece que hay más conductores que odian a los conductores, sobre todo los que se quedan encerrados tras la inoportuna doble fila. La otra opción es usar el transporte público, lo que me recuerda que a veces los autobuseros son como los taxistas: tienen un carril para ellos solos pero meterse entre los chirimbolos esos de plástico tiene que ser como lo de entrar en boxes a 300 km por hora, o sea, lo hacen una vez cada cinco vueltas y el resto del tiempo te toca compartir con ellos la aventura del tráfico urbano. De los motoristas mejor no hablar.

Para estar hablando de la tercera área urbana más poblada de la UE no vamos mal servidos de anillos verdes y espacios naturales. De hecho, Madrid cuenta con 70m² de zonas verdes por habitante, por los 20 m² de media en Europa y es la segunda ciudad del mundo con más árboles, sólo por detrás de Tokio. Ese dato siempre lo tengo en cuenta cuando respiro hondo.
Volviendo a lo de las bicis, digo que cada vez hay más por una razón sencilla y muy empírica: ahora el vallado metropolitano está sembrado de bicicletas atadas con cadenas y es como pararse en el escaparate del Decathlon. Tenemos mountain bikes, bicicletas de paseo, plegables, de trekking, de campo, de ciudad… a veces en las puertas de los colegios hay catálogos completos de triciclos, son los futuros jinetes del asfalto.

Contra lo que no se puede luchar, desgraciadamente, es con la accidentada orografía madrileña. Montaña arriba, montaña abajo, cuesta aquí y cuesta allá. Madrid es la capital del reino (del reino del coche), y por si fuera poco, el relieve está plagado de lomas y vaguadas. Pero todo lo que sube, baja y tampoco es como si la ciudad fuera el puerto del Tourmalet, asi que pedir carriles bici no es un desvarío caprichoso, sino una exigencia razonada y necesaria, que uniría retiros y casas de campo con parques y dehesas… Además, cuando llegas a la cima de algo siempre te sientes triunfante. Si además la cumbre coronada tiene vistas a la Sierra, el logro es doble, el paisaje supremo y la felicidad completa.


NILES: Mira estas máquinas, Frasier, ¡son bicicletas! No te separa nada del suelo más que el propio suelo.
FRASIER: Sí, pero si un niño de cuatro años monta, ¡nosotros también!
NILES: ¡eso dijimos a los seis!