martes, 29 de diciembre de 2009

GUAUUUUU, por Eddie Crane

La sociedad canina American Kennel Club (una especie de émulo de la Federación Canina Internacional) acaba de elegir a Snoopy como el mejor perro de la cultura pop estadounidense. Más de 75.000 participantes votaron por Internet y escogieron a sus canes preferidos del mundo de la televisión, el cine, la literatura, los deportes o el arte. El American Kennel Club celebra su 125º cumpleaños con este curioso catálogo encabezado por el beagle que diseñó Charles Schulz en los años 50. Le sigue el perro Reveille -¿quién? Sí, hombre, la mascota de la Universidad de Texas, un collie que parece haber suplantado al mismo Lassie- y el célebre Scooby Doo. El cuarto puesto, por sorprendente que pueda parecer, no es para Lassie. Ni para Rex, ni Milú, ni Pongo, ni Goofy, ni Pluto, ni Beethoven (el perro), ni Pulgoso, ni Ideafix, ni Rintintín… tampoco para Brandon, ni Buddy, ni siquiera para el perro de Paulov, ni el de Xabier Cugat, ni el de Xaudaró, ni el sabueso de Baskerville, ni los Tim y Scamper de Enid Blyton, tampoco Laika ni la perrita Marilyn de Herta Frankel.

El cuarto puesto lo ha conquistado Eddie Crane, el jack russell que vivió en Seattle durante 11 años bajo el bastón de su fiel dueño Martin y la mirada aniquiladora de Frasier quien, después de todo, terminó por encariñarse con el animal. Y eso que el perro seguía retándole a esas interminables ‘guerras de miradas’ que el doctor Crane nunca supo dominar, como tampoco logró impedir que Eddie se subiera a su preciado sofá de ante de Chanel que imperaba en el distinguido salón del 1901 de las Torres Elliott Bay.

Por cierto que el top ten lo remata Brian Griffin de la serie Padre de Familia, todo un ejemplo de la influencia de los shows televisivos en la memoria cultural occidental. El resto de la lista de la Kennel Club no me consta, pero desde luego es fácil imaginarse un repertorio digno de cualquier Leporello, porque esto de los perros célebres no es nuevo (ya quisieran los gatos). A todos los canes arriba mencionados podemos añadir algunos más, como el basset-hound de los Hush Puppies y del condado de Hazzard, Oddie, la eterna sombra del odioso Garfield; La Dama y el Vagabundo, Slinky, el perro salchicha que ayudaba a Buzz Lightyear; Dartacan, Balto, Ayudante de Santa Claus, alias el perro de Los Simpson; y por supuesto, Colmillo Blanco.



FRASIER: "Qué envidia me das, Eddie. Las dudas más grandes que tú tienes serán 'quién me sacará a pasear hoy, quién me dará de comer…' y yo no alcanzaré esa felicidad hasta dentro de 40 años. "

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Un Cuento de Navidad

Ahora que se aproxima la Navidad me viene a la cabeza, tal vez por la imagen gélida de aquél siglo XVIII que dibujó Dickens en Historia de Dos Ciudades y porque veo nevar a través de la ventana, esas palabras ácidamente irónicas que recapitularon sobre la sanguinolenta historia de la guillotina y cómo los gobernantes no supieron ver la que se les venía encima. Me imagino entonces escribiendo un cuento sobre nuestra adormecida sociedad y me descubro plagiando al mismo Charles. Después lo pienso mejor y me tranquiliza pensar que está muy lejos de mi alcance la sola idea de soñar con el plagio. Así que prosigo con mi desahogo social sobre nuestra paralizada y aterida sociedad, a la vez que pongo ‘grandes esperanzas’ en el inminente feliz 2010.

No ha habido tiempos mejores ni peores; eran años de buen sentido y de locuras; época de fe y de incredulidad; temporada de luz y de tinieblas; primavera de esperanza, invierno de desesperación; lo teníamos todo ante nosotros y no había nada; todos íbamos derechos al Cielo y marchábamos en sentido contrario.
Había en el trono de España un rey de ancha mandíbula y un gobernante de cara vulgar, y en Norteamérica regía un joven presidente de raza negra que fascinaba al mundo con su elocuente oratoria. En uno y otro lugar, los señores que administraban los bienes del Estado veían más claro que el agua que aquella situación estaba asegurada para siempre.
Corría el año 2009 de Nuestro Señor. Atrás veía España los días prósperos colmados de trabajo, bienestar y concordia de aquélla época afortunada, igual que lo había llegado a ser ésta. Se habían enterrado ya los fantasmas del pasado y ahora los fantasmas contemporáneos habían vuelto para divulgar sus mensajes con una falta de originalidad sobrenatural.

En el orden puramente terrenal de los hechos, el Estado y el pueblo de España acababan de recibir sencillos mensajes enviados por un insignificante grupo de súbditos que presagiaban una deriva fatal de las virtudes y los valores, tales mensajes tuvieron una importancia mucho mayor para el género humano una vez que se habían cumplido los peores augurios.
Norteamérica, menos favorecida en general en el terreno espiritual que su hermana transatlántica, se deslizaba sin sentir cuesta abajo, emitiendo papel moneda y gastándolo. Ni la nación de las barras y estrellas, ni la nación de naciones de bandera rojigualda podían sentir gran orgullo del orden y del sosiego falsos que en ellas reinaban. Todas las noches ocurrían en las capitales atrevidos asaltos a mano armada, y hasta actos de bandolerismo en plena calle, los guardias que iban tras los delincuentes a menudo eran tiroteados por los disparos de éstos cuando eran sorprendidos en sus actos. En las Cortes, los Parlamentos, los Ayuntamientos, los Tribunales superiores y no tan superiores y hasta en toda clase de Palcos presidenciales, la corrupción y el envilecimiento eran tan descarados que frecuentemente se despojaba a los ciudadanos de todo derecho, se abusaba de ellos con absoluta indiferencia y ante tales actos de depravación y deshonestidad se oía de vez en cuando un grito de la resistencia pidiendo amparo, pero era insuficiente para ser escuchado por aquellos seres llamados políticos, por lo que la Ley, igualmente putrefacta ya, era incapaz de descargar sobre ellos ningún tipo de castigo; y a todo el mundo le parecía completamente normal.

Estos hechos y otros mil ocurrían a cada momento durante el bendito y simpático año de 2009. Y en tal ambiente, mientras los insignificantes súbditos presagiaban una deriva fatal de los pueblos y países del mundo civilizado, el rey de ancha mandíbula y el gobernante de cara vulgar; así como el joven presidente que fascinaba al mundo con su elocuencia, se movían con mucho ruido y ejercitaban con mano despótica sus poderes democráticos. Así es como el año 2009 llevaba por las rutas que se abrían ante ellos a estos políticos y autoridades, y a millares de seres insignificantes, algunos capaces de cambiar el mundo y hacerse oír a través de los vicios burocráticos que ahogaban a estas y otras naciones.


FRASIER: No, hijo, tú haz caso a papá (...) ha sido tan sólo una pesadilla (...) el Senador Thurmond no está en tu armario.